viernes, 8 de febrero de 2013

Un cigarro y un café con Saramago.

No sé pero parece imposible leer un libro en mi casa, la cama me pica, el sillón me parece pequeño y la cocina muy tétrica decido irme a los alrededores de mi casa, tengo tiempo sin salir por que pienso que me gusta la soledad, la intimidad de mi cuarto y el silencio que comparto con mi libro así que me calzo mis jeans favoritos, desgastados y simples, mi suéter de lana tejido a mano y mi ipod con su auriculares disparejos y con el sonido desigual, pongo dentro de mi pequeño bolso mi termo con café caliente y mis cigarros mentolados, pienso que es lo mejor, pienso que afuera voy a encontrar tranquilidad, que puedo encontrar un lugar en donde me sienta bien, sin embargo, he caminado seis bloques y no encuentro tal cosa, paso por calles vacías y otras no tanto, me da miedo seguir por que sé que más delante es un barrio desconocido para mi, aun así sigo caminando topandome con varios hombres que sueltan groserías cuando me ven, sin embargo, los ignoro, aun mantengo mi pensamiento de que mas adelante tal vez encuentre algo mejor; media hora después me duelen los pies pero diviso una área verde alejada de la ciudad o al menos así me da la impresión, no sé donde estoy pero por fin llego a los arboles y efectivamente no parece haber nadie y recomienzo mi lectura :

"la ciega de los insomnios aullaba con desesperación bajo un ciego gordo, las otras cuatro estaban rodeadas de..."
-Mira nada mas que chulada de vieja- un hombre alto de aspecto sucio y voz ronca interrumpió mi lectura, me observaba desde atrás de otro árbol, traía pantalones sucios pero pude distinguir el logo de una famosa empresa petrolera, debía de ser de una gasolinera cercana, el hombre hizo un gesto obsceno con la lengua, me dio un escalofrío que recorrió mi cuerpo entero cuando vi salir de otro árbol a otro hombre que era igual de alto y de aspecto sucio también sin embargo este tenía una cicatriz cruzandole la cara, ambos me miraban .. como si yo fuera un especie de...comida.  
Por un momento no sabia qué hacer, estaba tirada en el suelo ¿qué posibilidades había de que me parara a tiempo, sin tropezar, y correr? noté, con renovado temor, que los dos llevaban cosas brillantes en sus manos, navajas.
Es ahora o nunca, pensé.
Y corrí dejando atrás mi libro favorito de José Saramago y un cigarro encendido junto con mi café tibio, un minuto después ambos hombres estaban encima de mi con una navaja amenazando mi cuello y una mano colándose debajo de mi blusa, entonces pienso que quizá no estaba del todo mal mi cama, que quizá hoy mi café sabría mejor en casa. 

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