jueves, 28 de mayo de 2015

En el aire.

No sé qué parte de mi misma perdí esta vez, quizá ni siquiera perdí nada, como cuando traes el lápiz en la mano pero no te das cuenta, total, algo estoy buscando, tal vez sea todavía, a mi misma; me extraño a veces, por eso me escribo tantas cosas, y aunque nadie me lea, ni me entienda, yo me encuentro (aunque sea poquito) aquí, necesito seguir buscando, no como dorothy, que la tenía facil con su camino amarillo, el mio esta hecho de cemento, o de chapopote, o de cantera o de lo que me queme la planta del pie, pero sigo caminando, con o sin ampollas.
No quiero ser la inacabada toda la vida, no quiero ser le perdedora, la perdida, la que se pierde, que pierde, toda la vida. Tal vez a ratos, para no olvidarme de la decepción...

Ya me voy, voy a llegar tarde (como siempre).

sábado, 23 de mayo de 2015

Susana

Respiraba duro, los lentes se le empañaban y limpiaba el vidrio constantemente como queriendo alejar, también, la ceguera, tenía dedos torpes y por eso no se quitó la ropa sola, ni siquiera quería hacerlo, las luces seguían prendidas y no le gustaba así, cerraba los ojos constantemente viéndose cada vez más estúpida, o así se imaginaba, así se veía a sí misma, con sus shorts rotos hasta las rodillas y su vestido de algodón arrugado por encima de los pechos, torció el gesto, no se gustaba así misma así que había sido un descubrimiento agradable darse cuenta que había a quienes no les importaba su fealdad, se desnudaba para quien quisiera verla, pero a oscuras le gustaba más, así podía facilitarles el que imaginaran otro rostro o el que gritaran otro nombre sin sentirse tan enteramente culpables.
Susana, así se llamaba, puta, así le llamaban.
Tenía los muslos suaves, los pechos llenos y la barriga siempre sola, tenía ojos eternos tristes, la nariz tímida y los labios rebosantes de mentadas de madre (o de penes) de cualquier forma, común o no, estaba sola.

jueves, 21 de mayo de 2015

INVOLUCIÓN


Me gusta pensar en charcos
en que somos profundos como un charco,
en que nos ahogamos con un chisguete,
en que los renacuajos evolucionan
y les salen ancas y les salen ojos saltones
y croan alto; pero nosotros nos
mantenemos estancados en esta pila,
en este tinaco, aljibe, pozo, bebedero,
en esta jicara, en este casi vaso.
Somos como la bacteria verde
que se asienta en el florero de
la cocina, con los pétalos grasientos,
olvidadas, junto con un retrato viejo.
Somos una plaga que recorre las
espinas de la rosa ya muerta.
Fuimos de lado al lado del cristal
encontrándonos a nosotros mismos
y también nuevas formas del límite.
Ya no volteamos al cielo
por que hoy en día ya nadie tiene
fuerza en la cabeza.
Ya no hablamos, intentamos abrir la boca
para ver si caen nuevos insultos o comida.
Somos dependientes y nos alimentamos
de ideas ajenas.