jueves, 19 de noviembre de 2015

No dije Adiós, es algo que debo todavía.

Abro tu pelo con mis dedos callosos y eso no me impide sentir la húmedad del sereno —las lágrimas de Dios— , son hebras, hebras gruesas como tus labios, todos ellos, como las de tus piernas, como la de tu estómago suave, como la de tus brazos que abrazan inutiles, como la de tus palabras idiotas y paladeo entre ellas el olor tan tuyo a cigarro, ¿desde cuándo no me molesta olerte así? saberte así, sentirte así, y te acaricio las hebras, todas ellas y con el rato te evaporas como el alcohol y dejas el vaho del tabaco atrás y no me molesta la ajenidad, ¿desde cuándo no me molesta verte de lejos?

martes, 3 de noviembre de 2015

Pero no.

El amor no nace del tiempo, nace en un nanosegundo, podríamos estar acostados, lado a lado, terminando de hacerlo, sudados, con tu simiente en mi ombligo y de repente quererte, por que sí, por que no hay otra razón para existir en ese nanosegundo más que estar ahí, sobreviviendo.
No me hagas caso, quizá sea una cosa del momento, quizá estar ahí acostados, abrazándonos con tus labios pegados a mi espalda y la ganas de tenerte sean pasajeras,
Me da miedo ese milisegundo, o nanosegundo o si a caso es el padre del tiempo, me da miedo voltearte a ver el rostro y darme cuenta de que te quiero, inevitablemente, irremediablemente te quiero.