Eras una chica extraña, siempre lo fuiste, ibas por un camino que nadie más recorría y aún así te volviste parte de algo, algo que al fin y al cabo era tuyo; todo lo que tu tocabas lograbas llamarlo tuyo, como mi corazón.
Te conocí un día otoñal, llevabas un vestido y un suéter delgado, como siempre, destacabas por tu pelo azul, ¡que loca te considere! y no estaba equivocado, pensaba también que nunca podría enamorarme de alguien como tú por que como sabes los prejuicios hacen mella en mí; te observé de pies a cabeza concentrándome en tu mirada tan perdida, parecías tan atolondrada, tengo que ser sincero, te tuve envidia por que te veías tan libre... Entonces esos cálidos orbes tuyos se fijaban en mí y esos tus labios gruesos me sonreían; supe que estaba equivocado, que no tenías ningún defecto y que aunque lo tuvieras yo lo amaría.
J. desde ese día yo supe que te hubiera amado siempre.
¿cómo es que alguien tal atolondrado podría enamorar a alguien tan agrío como yo? Alguien tan pésimamente realista y demasiado mentiroso para el agrado de la bondad.
-Yo siempre fui un tipo demasiado roto- le dije una noche cuando la tenía entre mis brazos, con sus curvas tan delicadas pegadas a las toscas mías, eramos dos piezas opuestas que se complementaban a la perfección.
-Yo estoy aquí, juntando tus piezas- me decía mientras abrazaba mi torso y besaba mis costillas.
Era también inocente, ella realmente creyó mí, creyó en lo que eramos, que eramos eternos cuando en realidad eramos tan pasajeros.
La amé tanto, la amé como nunca había amado a alguien, mucho menos a mí mismo.
Tenía unas piernas gruesas y largas, amaba besarlas y acariciarlas como si ahí en su lecho se encontrará mi paz.
Toda su piel era dulce, un sabor que nunca empalagaba ... y no hablemos de sus senos perfectos que cabían con exactitud en mis manos.
¡Sus hombros! como amaba sus hombros pequeños, ahí no solo cabían mis besos; la mordía siempre, por que esa era mi manera de decirle que la amaba.
Todo eso, junto con sus labios llenos, murieron.
Todo por que yo la amaba demasiado....
tanto... tanto, que por eso la maté
con mis propias manos.
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