Suspiré.
Guardé mis cosas en la mochila, la puse en mis hombros, ajuste mis tenis viejos a mis tobillos débiles y corrí; haciendo memoria, sintiendo el aire entre las hebras del pelo y la resequedad de la boca me di cuenta de que nunca observé mi alrededor, inconsciente de mi entorno, ni siquiera me importó volarme mi propia barda al darme cuenta de que no traía llaves, no me importó romper mis medias, nunca me importaba que tu causa arruinara mis prendas, y tu recuerdo se posaba entre las líneas invisibles de cualquier paisaje, te leía como cualquier cosa, ávida de saber qué tenías que decirme, intentaba estúpidamente verte y leerte antes de que tu imagen se materializara siquiera.
Te quise siempre, te quise antes de saber que te quería, y por eso te esperé, ahí sentada en mi sala, con mi cuarto limpio y con la comida caliente, pero ya jamás llegaste, ni llegarás, quizá me di cuenta tarde, como siempre, mi hora va mal.
Tomé el telefono y marqué su número, sin embargo, no fue necesario contarle nada, la derrota es muda.
Te quise siempre, te quise antes de saber que te quería, y por eso te esperé, ahí sentada en mi sala, con mi cuarto limpio y con la comida caliente, pero ya jamás llegaste, ni llegarás, quizá me di cuenta tarde, como siempre, mi hora va mal.
Tomé el telefono y marqué su número, sin embargo, no fue necesario contarle nada, la derrota es muda.
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