Colmamos de paciencia la última estación viviente.
Entre las cobijas o las piernas, o la ropa interior gastada, entre perfumes caros, entre canciones que no entiendo, me llené de ti... y el jardín de repente se volvió gris; ya las flores se marchitaron, las hojas se destiñeron, la tinta no me alcanzó para poder volverte a crear, ya no puedo, ya no quiero.
Y las luces se apagan y nos tocamos despacio debajo de las sabanas, aunque el jardín este muerto, fingimos para no tener que ir a recoger lo muerto, para no enterrar lo podrido aunque sepamos que ya no tiene caso ignorarlo, busco entre los dedos y entre los dientes desnudos las respuestas que no encuentro en mi misma, mi vida, te extraño más que nunca por que ya te di demasiado de mí.
La estación se vuelve perezosa pero yo te extraño, y la estación no acaba y no llegas.
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