domingo, 5 de abril de 2015

Escupí sangre.

Estoy fumando sola.
Recaí.
Estoy en la azotea y tengo frío.
Pienso en la mucho que quiero irme y me siento inválida, siento como si me hubieran arrancado las piernas y me estuviera arrastrando por el mundo, aquí en este que tiene 2 por 2 punto treinta, aquí donde se ahogan las margaritas en agua y las velas están encendidas toda la noche y se rezan cosas que no entiendo y se llora en silencio.
Ya no siento el culo, el ladrillo no es cómodo, me voy a dormir aquí.
No sé si quiero escuchar a la gente ladrar adentro o si quiero oler los orines de la perra o si quiero ver los ojos rojos del adicto al resistol que vive abajo, no sé si quiero dormir una hora y después estar en vela escuchando los encolarizados chidillos de la hija de mi madre.
Hoy es uno de esos días; hay suicidas por todos lados, menos en este pueblucho de mierda, todos somos cobardes, además no hay puentes suficientemente altos; yo conozco uno, pienso todos los días en él, en si me estara esperando, me conoce, le he hablado un par de veces, pienso también en si le molestara la finalidad para lo que quiero hacer con él.
Dejo el cigarrillo a medias.

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