sábado, 23 de mayo de 2015

Susana

Respiraba duro, los lentes se le empañaban y limpiaba el vidrio constantemente como queriendo alejar, también, la ceguera, tenía dedos torpes y por eso no se quitó la ropa sola, ni siquiera quería hacerlo, las luces seguían prendidas y no le gustaba así, cerraba los ojos constantemente viéndose cada vez más estúpida, o así se imaginaba, así se veía a sí misma, con sus shorts rotos hasta las rodillas y su vestido de algodón arrugado por encima de los pechos, torció el gesto, no se gustaba así misma así que había sido un descubrimiento agradable darse cuenta que había a quienes no les importaba su fealdad, se desnudaba para quien quisiera verla, pero a oscuras le gustaba más, así podía facilitarles el que imaginaran otro rostro o el que gritaran otro nombre sin sentirse tan enteramente culpables.
Susana, así se llamaba, puta, así le llamaban.
Tenía los muslos suaves, los pechos llenos y la barriga siempre sola, tenía ojos eternos tristes, la nariz tímida y los labios rebosantes de mentadas de madre (o de penes) de cualquier forma, común o no, estaba sola.

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